Benditos sean los perros

No quiero a los perros desde la melosería, —no considero que sean hijos—, los admiro y los quiero desde la orilla en que Diógenes de Sínope, el filósofo perro lo hizo: desde la razón, desde el reconocimiento de sus conductas naturales que sobrepasan nuestras impostadas éticas y morales.

Sopa maromera para Fifí

Los ladridos de Fifí se unen al duelo de la difunta, abalanzándose sobre el cajón, al percibir que ella está ahí, la única que le daba pedazos de pan untados de café. El perro desparrama las flores y tumba dos cirios, uno de los cuales le cae encima al único enano de la compañía. La gente ríe y aplaude, al fin y al cabo es un circo.