Al acabar la segunda pieza musical el de la guitarra quiso tocar un solo de su instrumento para homenajear al muerto, se acercó al cajón y se quedó en el breve lapso de un minuto paralizado. Agitó su instrumento sobre la cabeza: Compadre Juan que hace usted metido en ese cajón muerto de la risa… Salga de ahí carajo… Vamos para un matrimonio lo necesitamos para que cante y baile… Vamos compadre…
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Oye Simón, escribamos una oda a la soledad
Simón me cuenta por centimillonada vez que la culpa del encierro que padece la tiene un duende sin ropa. Un duende desnudo. Sin una cobija que le sirva de abrigo.
Sopa maromera para Fifí
Los ladridos de Fifí se unen al duelo de la difunta, abalanzándose sobre el cajón, al percibir que ella está ahí, la única que le daba pedazos de pan untados de café. El perro desparrama las flores y tumba dos cirios, uno de los cuales le cae encima al único enano de la compañía. La gente ríe y aplaude, al fin y al cabo es un circo.
El primer amor en ayunas
Hoy es domingo y no he desayunado. Debo entrar a misa, pero no, hoy no voy a recibir a Cristo convertido en hojaldre. Hoy la recibiré a ella. Ella me recibirá a mí.
Cuento: Tacones en la madrugada – Edgar Cuero Córdoba
Por Edgar Cuero Córdoba I Todas las noches los perros ladran a la madrugada. Yo creo que es la aurora … Más
Encuentro en la caverna
Por Edgar Cuero Córdoba La tradición continua vigente este verano en la Universidad de Princeton, en el estado de Nueva … Más
Volutas de humo…
Por Edgar Cuero Córdoba Quiero escribir sobre las volutas de humo, describirlas por el espacio de todo este texto. La … Más
Cuento: La ventana de Aida Junkers
Por Edgar Cuero Córdoba “Desde mi ventana veo el malecón. Es la hora de la tarde en que las olas … Más
Sueño con un solo ojo
Por Edgar Cuero Córdoba Sueño poco. Pero hoy finalmente volví a soñar, un sueño tan diáfano, nítido. Parecía estar deambulando … Más