Benditos sean los perros

No quiero a los perros desde la melosería, —no considero que sean hijos—, los admiro y los quiero desde la orilla en que Diógenes de Sínope, el filósofo perro lo hizo: desde la razón, desde el reconocimiento de sus conductas naturales que sobrepasan nuestras impostadas éticas y morales.

No poder poder

La llamada a la motivación, a la iniciativa, al proyecto, es más eficaz para la explotación que el látigo y el mandato. El sujeto del rendimiento, como empresario de sí mismo, sin duda es libre en cuanto que no está sometido a ningún otro que le mande y lo explote; pero no es realmente libre, pues se explota a sí mismo, por más que lo haga con entera libertad. El explotador es el explotado. Uno es actor y víctima a la vez.

El Cosmos nos reunirá

No creo en el alma inmortal, en su partida hacia el cielo; no creo en ninguno de los relatos religiosos que querrían hacernos creer que la muerte no existe y que la vida continúa cuando la nada lo ha tomado todo; no creo en ninguna idea que, de cerca o de lejos, se parezca a la metempsicosis o a la metensomatosis; no creo en los signos post mórtem. Pero creo, por haberlo vivido, por haberlo experimentado yo mismo, que aquella noche, en aquel momento, en aquella ocasión, mi padre me transmitió su legado.